China-Pekín-Xi'an 98

 Julio de 1998

GENERALIDADES: En el vuelo a Beijing (Pekín) algunos homosexuales rondaban a mi hijo Agustín: dos azafatos del avión se empeñaban en coquetear con él, colmándonos de detalles y atenciones y, otros dos pasajeros, (uno trabajaba para una marca de zapatos muy conocida) también le lanzaron sus sonrisas.

Cuando vine a China hace casi veinte años, recuerdo que fue toda una aventura por el número de saltos que tuve que hacer: de Madrid  a Ginebra, Atenas, Bombay,  Shanghai y... finalmente  Beijing. Sólo había un hotel para los pocos extranjeros que llegábamos que se llamaba Hotel Beijing y que he comprobado que se mantiene en pié tras haber sido restaurado; contaba con cientos de habitaciones y cientos de enormes y largos pasillos... todo muy frío, aunque confortable, austero y funcional. Tenía aire comunista, lo que es lógico pues estaban en plena época dura del sistema.

Lo importante de la visita era LA GENTE, la multitud, los millones de chinos y cómo vivían. Todos me parecían iguales cuando los observaba haciendo una enorme cola para visitar el mausoleo de Mao, en  la gigantesca plaza de Tian’anmen. Entonces los niños llevaban su "pito" fuera pues los pantalones eran abiertos para facilitarles la micción. Ahora ya no lo llevan. Lo que hacía entonces la gente, y sigue haciéndolo ahora, es lo de soltar unos enormes escupitajos sobre el suelo, no sin antes pegar un "sorbido" profundo para asegurarse de que limpian bien las tuberías. Dejando lo anterior aparte, eran educados, ordenados y limpios. Había una gran hospitalidad, honestidad y humildad. La ciudad también estaba limpia. 

En aquel entonces China "sólo" tenía 900 millones de habitantes, ahora tiene 1.200. Antes no tenían petróleo y ahora sí. Antes su renta per capita ni se conocía, ahora tiene 620 dólares. Antes tenían sólo industria de la seda y armamento, ahora construyen vehículos de todo tipo. Su industria y su agricultura ha avanzado y su minería también. China ha mejorado mucho.

 Los pocos que viajábamos a China éramos homenajeados por el régimen: nos llevaban al teatro, al ballet, a restaurantes especiales, a visitar sus fábricas de seda... etc.

Apenas unas horas en la capital me bastaron para ver una historia totalmente distinta: Los taxistas te roban con descaro, los vendedores de fruta, los que venden las entradas para entrar en los museos, las tiendas... etc. Han entrado de golpe en un sistema semi-capitalista pero ya son mucho peor que nosotros. ¡Cómo ha cambiado todo! Es igual que en Taiwán.

 Algunas zonas de la nueva Beijing se parecen más a Nueva York que a una ciudad oriental. Tienen gigantescos almacenes, restaurantes  McDonald's por doquier, bloques de apartamentos de lujo, miles de hoteles...etc. Si Mao levantara la cabeza vería como su fanática revolución se había ido al carajo.

 Durante varios días nos hemos pegado unas caminatas de órdago las que consistían en recorrer unos 25/30 km. diarios por  calles, callejuelas y parques de la ciudad.Comimos en restaurantes callejeros, chinos y hasta en McDonald's. En algunos lugares tenían para comer escorpiones y saltamontes gigantes. Eso sí, fritos y crujientes.A los chinos les cuesta muchísimo hablar inglés. Me imagino que a nosotros nos resultará casi imposible hablar chino. Pero resulta sorprendente que en un buen hotel apenas lo hablen o que los taxistas no conozcan, en inglés, los nombres de los grandes hoteles de la ciudad.

Nuestra visita a China coincidió, exactamente, en día de llegada y salida con la del Presidente Clinton. ¡Que conste que fue una casualidad!

 Hemos visto mucha prostitución. Las "prostis" no parecen del oficio pues con esa dulzura oriental todas parecen buenas chicas. Te asaltan por la calle diciéndome si quieres un "masaje". También fuimos testigos, a pleno día, de un tirón de bolso desde una bicicleta.

 Hicimos la visita obligada: Plaza de Tian’anmen, Ciudad Prohibida, etc. Mi hijo visitó la Muralla China, bajo una densa lluvia, al igual que las tumbas Ming. También salimos un par de noches por los barrios típicos a tomar una copa a un Hard Rock, totalmente occidentalizado.

Quizás lo más interesante, aparte del conjunto de la ciudad de Beijing y la Gran Muralla, haya sido la visita a la ciudad de Xi’an en la que se encuentra el museo-ruinas de los famosos Guerreros de Terracota. La friolera de 8.000 soldados, con sus correspondientes carruajes, caballos, arqueros, etc., fueron hechos de terracota con la finalidad de asustar al enemigo, colocándolos en las afueras de la fortaleza  del Emperador. Hablamos de 300 años antes de Cristo. Lo encontré extremadamente interesante y único. Nos mostraron una filmación  simulada de como había sucedido esto y como este ejército fue encontrado por un campesino mientras habría un pozo artesano. Éste estaba en el museo, en persona, y podías saludarle. ¡Muy americano! 

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Para llegar a este lugar tuvimos que volar, algo más de una hora, y al llegar a Xi’an tomamos un coche con un tipo que nos hizo de guía. Durante 70 Km. atravesamos campos de cultivo, dándome cuenta del gran progreso agrícola. Ya no emplean los cebúes o búfalos para labrar o para transportar, ahora tienen pequeños tractores. Tampoco se ven los típicos sombreros chinos. Lo único que vimos típico fue el detalle de que aún extienden sobre la carretera el grano de los mieses para que los coches, al pasar sobre él, lo ''trillen''. Lo típico está desapareciendo en China. También sus casas, antes formadas por una sola estancia tienen, ahora, alguna habitación más.

 En la misma capital visitamos una pagoda llamada del Ganso Salvaje. Su interés radica, casi exclusivamente, en su antigüedad que es del siglo XIII.

 El actual aeropuerto de Beijing es pequeño, viejo y sucio. Los servicios de los aviones son primitivos y hay equipos de los aviones que son arrastrados con bicicletas. En una fotografía del reportaje puede verse a un chinito leyendo el periódico bajo el avión. Este chinito se encarga, con su bicicleta, de remolcar una lanzadera que se pone al avión para que un tractor lo saque del parking y lo deje en el acceso a la pista.

 Empleamos Beijing como base para nuestro salto a Mongolia, cuyo viaje comentó en el país de Mongolia.

 Creo que la decepción que me causó la nueva China impedirá mi pronto deseo de volver. Quizás se me pase, con el tiempo, y acabe volviendo.

 Mi hijo sí que volverá pues le queda toda la China por visitar. El resto del país no necesariamente tiene que estar tan cambiado.